martes, 25 de mayo de 2010

DISCULPE LA MALA LETRA. Un cuento del Tata Herrera.




      -Escribameló Don Felie, una cartita pa la Señora.      
     -¿A qué señora che?
     -Pa Evita, patrón. Ella ya le mandó la máquina de coser a la Rubia Navarro, que ni sé pa que la pidió esa ciega de miescha patrón -de voracera nomás-, porque aquí es de las pocas que sabe escrebir.
-¿Cómo hace para escribir siendo ciega? -responde Don Félix Páez Orduño, ocultando la socarronería de su mirada tras las lentes de sus anteojos, y agrega:
-¡Serán desagradecidas ustedes... si les habrá escrito cartas la Rubia!
-Mire Don Felie: por esta cruz le juro que yo jamás la jodí a la Rubia mingándole1 nada. Ni un mensajito. ¿A quién carajo le escrebiría yo, que soy sola pero cargada d'hijos, como buena pobre que soy? Agora los pobres tenimos a quien escrebirle: a la Señora. A nuestra Evita.
Don Félix contiene un gesto de rechazo, sonríe, y comenta:
-Según veo Vicha2, lo que te hace falta es un marido. Alguien que te ayude a criar los hijos.
-¡Ay, Don Felie, qu'es bromisto!
-No seás sonsa. ¿Quién te dice si no te mandan de Buenos Aires un solterón aburrido, con plata, y hasta con auto, para sacarte a pasear?
-Ay, Don Felie, dejesé de macaniar. ¿Quién se fijaría en una pobre y hijuda?
-Yo que vos, pedir por pedir, pido mucho.
-No, Don Felie. Yo le pediré nada más que la maquinita de coser, p'hacerle la ropita pa mis guaguas... y alguna telita que le sobre. Después, una vez que aprenda, ¿quién le dice que no me salga una changa de costura pa'juera?
-Mirá Vicha. Sabete que yo, ni aunque pudiera escribir con una caña de cinco metros, no escribiría a tu señora ni a su dicho marido, por no enmierdarme.
-Es el miedo que yo tenía... -comenta la campesina en un suspiro, y agrega:
-¿Cómo iba a entender usté, la esperanza que Ella, que el General nos trujeron?
Se hace un silencio largo, y al fin la Vicha prosigue:
-Usté y yo somos de una edar3. Yo mi'acuerdo qu'el primero que me pordelantió4, jue el niño Demeterio, su ñaña5. Era pa los años qu'el patrón viejo, su tata, lo mandaba a estudear a usté pa dotor.
-Mirá Vicha, si no estás conforme, ya mismo podés ir dejando el rancho que a vos, como a  tanto otro vago, les facilito gratis. Pedile a ésa, o a su dicho marido, que te pongan un chalé.
-Bueno, Don Felie. Yo no quiero que usté piense que soy malagradecida de usté, y menos de su señora, la señora Mercedes. ¡De ande! Con decirle que nos pasamos espiando  la vialidar6, pa ver cuando la señora güelve, porque sabimos lo buena que es: que nos trae alguna ropita que los niños han dejao de usar... que nos minga esto, que nos minga aquello... que Vicha vení a amasar, que Vicha juntá las pasas de esa fila de higueritas...
-Pedile a la Eva que te dé trabajo.
-Ay, patrón, nu'es el caso. La señora no puede atender las necesidares de todos los pobres. Pero con ella, tenimos una esperanza; una esperanza más.
-Y van a llenar la panza de esperanzas.
La Vicha lo contempla entristecida. Carga el pesado atado de pasto que traía, y se despide:
-Bueno Don Felie, disculpe que haiga venido a amolestarlo. Qué ocurrencia la mía, ¿no?, pretender que usté me le escriba a Evita.
El patrón la ve partir diminuta como hormiga con su carga, y piensa: "¿Será posible que el Demeterio sea el tata del primogénito de la Vicha? En verdad, el chango en nada se parece a nuestras familias."
Tiempo después, contempla Don Félix a la Vicha que regresa de la juntada de pasas de higo, con varios de sus hijos a la zaga. Sonríe al ver los vientres prominentes de los niños, hinchazón que atribuye a los atracones de higos que se sirven. Sin una motivación cierta, acaso porque uno de los niños de la Vicha luce una sucia cabellera clara, cabellera que le trae en memoria la de un hijito suyo recientemente perdido, llama a la Vicha ablandado.
-Vicha, vení. Un día de estos aparecé, así le escribimos a esa tía.
-No patrón, no era pa ninguna tía. Era para Evita.
-¡A esa tía me refiero! -responde Don Félix entre risas.
La Vicha se vistió de fiesta, es decir de limpio y almidonado, para "escribir" a la Señora. Don Félix termina de tomar con parsimonia su matecocido, y va en búsqueda de elementos para escribir. Regresa con el aire solemne que suele adoptar cuando escritas cosas trata.
-Mirá che. Yo no quiero saber un carajo con tu Eva; escribiré lo que vos me digás, tal cual.
Como su interlocutora parece no entender, agrega:
-Te quiero decir que no voy a escribir como es mi costumbre, sino que pondré lo que vos me digás, como me lo digás.
La Vicha pone los ojos en blanco, y arranca: "Querida Compañera Evita..."
-¡Qué querida compañera ni una mierda! -estalla sintiéndose ridículo-, pero la Vicha, sacando fuerzas de flaqueza, reacciona:
-Perdón, Don Felie. ¿No me ha dicho que iba a ser como si yo mismamente hablara con la Señora?
-Es cierto; pero que ni las paredes se anoticien de que yo, ¡justamente yo!, escribo a esa tía.
Capayán, Prov. de Catamarca, Abril l5 de l949.
Querida compañera Evita:
Cuando pasó en tren por aquí, por Capayán, no pude ni verla siquiera, porque andaba con una guagua en brazos y otras pegadas de la falda. Entonces no me animé a meterme entre la gente. Pero oiga: la levanté bien alto a mi shulquita7 que se llama Evita Dominga -usté se imagina porqué-, y capaz que ella, la inocente, la miró a usté, y capaz que usté me la bendijo con sus ojos. Pa qué vuá contarle que con tanto estorbo, no pude capujar nada de los lindos regalitos que usté y otros comedidos los tiraban, aunque mi changuito, el Mario, agarró un paquetito con zapatillas, todas muy grandes, Señora, pero a la final el turco Amado me las cambeó por alpargatitas pa casi todos.

Don Félix levanta la vista de su fina caligrafía y, sonriendo, la interrumpe:
-Dale, Vicha. Comenzá con los pechazos. No creo que a la tía le interesen las patas de tus changos.
-De no, patrón, ¿pa qué los tiraría zapatillas?
Prosigue segura:
Bueno, como le decía, esta carta me la escribe... -corrige en el acto el pensamiento infidente- un señor muy bueno, porque yo soy inalfabeta, en fin. Como yo soy sola en la cría de mis seis hijos, es que me animo a joderla pidiendolé una ayudita, algo que se me ocurre que usté, conociéndome ya lo pobraza que soy, no me va'negar; además, y esto no es pa malquistar a naides, li'aviso que aquí reciben su santa ayuda, muchas veces, los que menos necesitan, como los hijos del diretor de la escuela, como la cáfila d' hijos del jefe del correo, que de la zapatilla al gorrito andan la pura Flor de Ceibo8, y los pobres, culito al campo como siempre, le decía mi santa, que me vendría a pedir de cuerpo una maquinita de coser pa poderle coser la ropa pa mis hijos, pero... ¿qué comino voy a hacer con la pura maquinita, si usté no me manda tamién unas telitas, que sean de lo más juertes? Usté no se imagina lo rompedores de ropa que son.

La Vicha está arrebolada tras el parrafazo. Don Félix aprovecha la pausa para masajearse las manos. La Vicha lo sorprende prosiguiendo:
Termino besandolé las manos, porque si algo no tengo, es ser malagradecida, de nó, preguntelé a mis patroncitos, y ya le digo adiós, contandolé que en mi rancho, como en todos los ranchos, le alumbramos unas velitas a su retrato, por más que el señor cura, que debe ser medio masón, los dice que las velas son pa Tata Dios y los santos. Le digo que cuando reciba la máquina y las otras macanitas que le pido, le escrebiré dandolé las gracias, las muchas gracias, y que Dios me la bendiga a Usté y al Condutor.

Se le acaba el rollo, y se siente de nuevo intimidada por el patrón. Fija sus ojos en la caligrafía novecentista de Don Félix. Tiembla, al pensar de repente que esto puede ser una cruel broma del patrón, otra ilusión que se escapa. Don Félix bosteza y le dice:
-Ya terminaste el besamanos. ¿Querés decirle algo más?
La mujer traga saliva. Piensa que de lo que ahora diga, pende el éxito de esta empresa. Le acude una fórmula que alguna vez escuchó, y que se le antoja salvadora.
-Y bueno, Don Felie. Póngale: Que me disculpe la mala letra
Entre carcajadas, el patrón escribe al pie:
Muy respetuosos y devotos saludos de       
                                                      Victoria Bazán
Estafeta Capayán - Provincia de Catamarca

Don Félix llena el sobre que la Vicha recibe con manos temblorosas y guarda de inmediato en su seno. Se retira tan conmovida que no atina saludar, ni a dar las gracias. De pronto gira, regresa con desenfado, y casi grita, recuperado su campesino son:
-¿No tenería, Don Felie, una de esas estampillitas, pa pegar?






1 mingándole: encomendándole, encargándole.
2 Vicha: diminutivo de Victoria.       
3 de una edar: de la misma edad
4 pordelantió: violentó, poseyó por la fuerza.
5 ñaña: hermano, hermana.
6 vialidar: el camino principal. El que mantiene Vialidad.
7 shulquita: la menor, la benjamina.
8 Flor de Ceibo: marca de productos de la Fundación Social Eva Perón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario